El gráfico representa la evolución de las migraciones interiores en España entre 1877 y 1980 en miles de migrantes medios para cada período. Las migraciones interiores son los desplazamientos de población dentro de las fronteras del propio país. Entre las fechas señaladas, que corresponden con las migraciones interiores tradicionales, los desplazamientos se caracterizaron por estos rasgos:
– La motivación de la migración fue principalmente laboral.
– Los flujos fueron unidireccionales entre áreas emigratorias e inmigratorias. Los emigrantes procedían mayoritariamente del campo y se dirigían a las grandes ciudades industrializadas o de servicios, localizadas casi siempre en otras provincias o regiones.
– El perfil característico de los emigrantes fue el de personas jóvenes, con bajo nivel de cualificación.
– La tipología de las migraciones respondió a dos modelos. Las migraciones estacionales y temporales se emprendían con intención de retorno y se realizaban desde el campo a otras áreas rurales para realizar tareas agrarias estacionales, en una época en la que las labores estaban poco mecanizadas; o desde el campo a la ciudad para realizar trabajos no agrarios temporales en la construcción, la industria o los servicios. El éxodo rural, a diferencia de las anteriores, era un desplazamiento entre el campo y la ciudad con carácter definitivo o larga duración.
En la evolución de las migraciones interiores que muestra el gráfico pueden diferenciarse cuatro etapas:
– Entre 1877 y 1930, el volumen de la migración fue moderado y creciente. El éxodo rural estuvo motivado por el exceso de brazos en el campo, debido a la crisis de la filoxera en las zonas vitivinícolas y al inicio de la mecanización del trabajo agrícola en las zonas cerealísticas.
La emigración procedía principalmente de Galicia, ambas Castillas, Cantabria, Andalucía oriental y el litoral mediterráneo y se dirigió a las principales zonas industriales (Madrid, Barcelona, Bizkaia y Gipuzkoa), que ofrecían puestos de trabajo, dado que resultaron muy beneficiadas por los negocios realizados a raíz de la Primera Guerra Mundial. El éxodo se vio favorecido también por el auge de las obras públicas en la dictadura de Primo de Rivera (metro de Barcelona, Exposición Internacional de Barcelona e Iberoamericana de Sevilla, celebradas ambas en 1929). En muchos casos se trató de una migración “en cascada” o por pasos: aldea-cabecera comarcal-capital provincial-metrópoli extraprovincial o extrarregional.
– Entre 1931 y 1940, las migraciones interiores decayeron debido al retroceso del éxodo rural. Las ciudades sufrieron graves problemas de abastecimiento; la oferta de trabajo en la industria se redujo debido a las destrucciones de la guerra y a su difícil reconstrucción en el contexto autárquico de la posguerra; y el franquismo fomentó la permanencia de la población rural en el campo.
– Entre 1941 y 1970, las migraciones interiores experimentaron un fuerte crecimiento, especialmente en la década de 1961-1970. Las causas del éxodo rural durante este período fueron el crecimiento demográfico; la crisis de la agricultura tradicional por la mecanización; el auge industrial impulsado por los planes de desarrollo, que generó puestos de trabajo en las ciudades industriales; y el “boom” del turismo en el litoral mediterráneo e insular que creó también una oferta laboral en los servicios turísticos y en la construcción.
Así las zonas de destino se ampliaron y formaron dos ejes peninsulares: el del Mediterráneo (desde Girona a Alicante) y el del Ebro (desde el País Vasco a Tarragona a través de Navarra y Zaragoza). A ellos se unían Madrid, en el centro de la Península y las islas Baleares y Canarias. En esta época predominó el éxodo directo hacia las grandes ciudades sobre la migración en cascada. Todas las capitales provinciales crecieron, independientemente de su nivel de desarrollo y también algunas ciudades no capitales donde se crearon polos de desarrollo, como Vigo o Algeciras.
– Entre 1970 y 1980, las migraciones interiores se redujeron. Tras la crisis económica de 1975, las antiguas áreas inmigratorias industrializadas, sometidas a duros procesos de reconversión, perdieron su atractivo y las antiguas áreas emigratorias redujeron sus salidas e incluso recuperaron a antiguos emigrantes jubilados, prejubilados o parados. A partir de entonces, y con la nueva situación económica que siguió a la crisis, se inicia un nuevo modelo de migraciones interiores, en el que los emigrantes ya no proceden mayoritariamente del campo, sino de municipios urbanos, y las motivaciones de la migración, las corrientes migratorias y el perfil de los emigrantes se vuelven más variados.
Las consecuencias del elevado volumen de migraciones interiores, especialmente durante el período 1961-1970, se han manifestado en los planos demográfico, económico y social.
– En el plano demográfico son las responsables de los desequilibrios en la distribución de la población: vaciamiento del interior y grandes densidades en la periferia. También han influido en la estructura por sexo y por edad: elevan el índice de masculinidad de algunas áreas emigratorias (especialmente las montañosas), dificultando la formación de nuevas familias; y causan el envejecimiento de la población que queda en el campo y el rejuvenecimiento de la población urbana, ya que los que suelen emigrar son jóvenes.
– En el plano económico, en las áreas rurales, en un primer momento, las migraciones permitieron aumentar los recursos de la población; pero con el tiempo se generaron deseconomías de subpoblación, pues al marchar la gente más joven y capacitada, descendieron la productividad y el rendimiento. En las ciudades la inmigración masiva provocó deseconomías de congestión: problemas de suelo, vivienda, circulación, equipamientos y servicios.
– En el plano social se produjeron problemas de asimilación, al pasar los emigrantes de una comunidad rural de valores tradicionales, a una gran sociedad urbana y competitiva. La integración no se produce en general hasta la generación siguiente.
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