El gráfico de barras muestra la inmigración de extranjeros a España entre 1900 y 2008 en cifras absolutas, distinguiendo, a partir de 1960, a los extranjeros residentes. Estos últimos son los que tienen autorización para residir en España durante un período superior a 90 días e inferior a cinco años (en el caso de los residentes temporales) o indefinido (en el caso de los residentes permanentes).
a) La evolución de la inmigración a lo largo de este período permite diferenciar dos etapas: la anterior a la década de 1991 y la posterior a esta.
– Entre 1900 y 1991, el número de extranjeros presentes en España era escaso y su crecimiento moderado. La situación de retraso socioeconómico de España en relación con otros países vecinos de Europa occidental no favoreció la inmigración extranjera, sino que, por el contrario, impulsó la emigración española al extranjero, primero a América Latina y, entre 1950 y 1975, a Europa. Entre 1975 y la década de 1980, los efectos de la crisis y de la reconversión económica tampoco favorecieron la atracción de inmigrantes.
– A partir de 1991, sin embargo, la inmigración extranjera ha experimentado un enorme incremento, que ha situado a España entre los países de cabeza de la Unión Europea.
b) Las causas de este hecho son numerosas:
– Por parte española, influyen varios motivos. La necesidad de mano de obra a raíz del desarrollo económico desde 1995, especialmente en empleos de baja cualificación, insuficientemente cubiertos por la mano de obra nacional: temporeros agrarios y servicios personales. Las regularizaciones de inmigrantes ilegales (2000 y 2005) y el reagrupamiento familiar (2001) han atraído a nuevos inmigrantes. Además, la proximidad a África convierte a España en la puerta principal de entrada a Europa para la inmigración africana; los lazos histórico-culturales con América Latina favorecen la llegada de personas de esta procedencia; y la bondad climática del mediterráneo atrae a personas del centro y norte de Europa.
– Por parte de los inmigrantes extranjeros influyen motivos económicos (posibilidades de trabajo o de negocio) y motivos políticos (persecuciones, falta de derechos políticos).
c) La procedencia de los inmigrantes fue mayoritariamente europea hasta 1996, sobre todo de los países de la Unión Europea y del este del continente. Desde entonces predominan los inmigrantes extracomunitarios procedentes de África (Marruecos), Iberoamérica (Ecuador, Colombia) y Asia (China, Pakistán). Su destino principal son las comunidades con grandes centros urbanos y de servicios: Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias. Recientemente, la saturación del mercado laboral de estas regiones ha provocado algunas migraciones hacia las comunidades del interior y del Cantábrico.
d) Las consecuencias de una elevada inmigración en un período tan breve de tiempo se aprecian en diversos aspectos demográficos, económicos y sociales.
– En el terreno demográfico, los inmigrantes han contribuido decisivamente al crecimiento de la población de España en los últimos años, tanto de forma directa como por el incremento de la natalidad. Gracias a ello se ha evitado el decrecimiento demográfico, especialmente en las comunidades con crecimiento natural negativo.
– En el terreno económico, la inmigración aporta población activa, que desempeña las tareas más duras y peor remuneradas, no deseadas por los trabajadores nacionales; colabora al crecimiento del PIB; aporta más dinero a las arcas públicas del que consume en educación y sanidad; y alivia la carga del elevado gasto en pensiones motivado por el envejecimiento demográfico. Además, los inmigrantes prestan servicios domésticos que permiten incrementar la tasa de actividad de las familias españolas, especialmente de las mujeres. Por otra parte, la inmigración se relaciona también con algunos problemas económicos, como la pérdida de competitividad económica (la disponibilidad de mano de obra poco cualificada retrasa la modernización productiva de ciertos sectores); la presión a la baja sobre los salarios; la acentuación de la escasa movilidad geográfica de los trabajadores españoles; y el aumento del déficit exterior debido a las remesas enviadas a sus países de origen y al consumo de bienes duraderos, en buena parte importados, como el automóvil.
- En el terreno social, han surgido actitudes xenófobas o racistas entre algunos sectores que consideran el crecimiento de la inmigración como una “invasión” que compite por el empleo, consume recursos sociales en perjuicio del bienestar de la población española y amenaza la identidad nacional. Estas ideas, infundadas como se ha visto, alientan la devolución de los inmigrantes a sus países de origen o la restricción de sus derechos, para evitar un “efecto llamada” que acentúe la inmigración. Por otra parte, muchos inmigrantes sufren duras condiciones laborales (bajos salarios, largas jornadas, ausencia de seguros) y malas condiciones de vida en barrios marginales y viviendas de escasa calidad. En parte, por ello, se les responsabiliza de manera injusta y abusiva de diversos delitos (tráfico de drogas, crimen organizado) y de formas de vida poco edificantes (prostitución, mendicidad). Finalmente, las dificultades de integración, debidas a las diferencias culturales, lingüísticas y religiosas, pueden suscitar tensiones con la población autóctona.
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